viernes, 10 de julio de 2015

LOS CONDENADOS DE ANANEA



Una vez, hace mucho tiempo con un grupo de jóvenes  fuimos a catear una mina en el nevado Ananea... En mi afán de conseguir  lo que tanto ansiábamos me  separe  me separe de grupo y me perdí.
Aunque lejos de Ananea parece llano, a sus faldas se ve que tiene profundos precipicios, elevaciones grutas, grietas... Me quedé extasiado con tanta belleza de la figura que se formaban entre el hielo, la nieve y las rocas ...Todo me parecía hermoso ,que deje de pensar en mis amigos  y estaba extasiado como ese mundo de ensueños hecho de hielo , nieve y piedra. El viento de los nevados me despertó de mi arrobamiento e inicié la búsqueda de mis compañeros... De pronto escuchaba en el viento como un lamento que poco a poco se hacía más fuerte. Para dar fuerza me dije a mí mismo. Ese el viento no puede ser lamentos,... es el viento pero el ulular se hacía cada vez más fuerte, más audible y ya no parecía sólo el viento.
Era lamentos, desgarradores, muy tristes. Los estamos acostumbrados a todo, por eso no me dio mucho miedo, pero la verdad es que tenía un poco de temor, no sé porque.
De pronto, caminado me encontré frete a una hondonada  agreste formada por rocas y  hielo. Parecía profundo ruido de toros. De allí salía los lamentos. Es el viento me volví a repetir para darme ánimo. Pero no era el viento. Me esforcé por ver y escuchar mejor, y lo que vi me llene de pavor.
En el fondo había unos seres que se aferraban ala piedras y al hielo pretendiendo salir del foso.
Avanzaba...resbalaba... y caían, y volvía en su intento una y otra vez. Eran seres esqueléticos, cadavéricos, cubiertos de andrajos .Esa visión aterradora vaga aun en mis recuerdos  y algunas veces tiemblo  a su solo recuerdo, porque ha sido lo más tétrico que he visto, oído y sentido en mi vida.
Esa combinación de lamentos angustiosos y la desesperación  de esos entes por querer ganar la altura,.. y con su intento cada vez fallidos y su terca persistencia para nuevamente iniciar el intento ululando...aullando... gimiendo a cada instante sin descanso.
No sé de cómo me vi nuevamente  integrado  a mi grupo. Me habían encontrado vagando, con las carnes desgarradas, arañadas por el hielo  y las rocas, con los ojos desorbitados, el pelo desgreñado, con la ropa hecho jirones, pronunciado gritos descifrables. Tarde mucho tiempo en recuperarme. Aquella visión  me atormentaba de noche  y de día  aun hoy persistentes en los rincones  de mi memoria lo que sentí aquellos momentos de los que les cuento.
Con el paso del tiempo supe, por los abuelos, del pueblo que en el Ananea y en todos los nevados  están los condenados, que buscan salir de sus prisiones y llegar a cualquier costo hasta la cumbre de Apu. Subiendo cayendo, volviendo a subir, volviendo a caer, sin descaso día  y noche, en lluvia, viento sol, en las nevadas y en las heladas.
Siempre buscado llegar hasta la cumbre, con su lamentos, sus quejas de desgarran el alma.
 Hasta que algún día, algunos llegan coronar la cumbre. Ese día dios y los Apus  les perdonan sus pecados, y esos condenados que son almas penitentes, recién descansan en paz.
Si hay condenados en el Ananea, pero no se meten con los vivos, no hacen mal a nadie. Lo único que buscan es purgar sus pecados. Para eso hacen la penitencia de subir desde las profundidades hasta la punta del nevado. Da un poco de miedo cuando uno está solo, pero los condenados que hay en Ananea y en todo los nevados no hacen daño a nadie; Si entre la nieve escuchas algún lamento, algo que parece una queja, puede ser el viento… o puede ser un condenado que este buscado descansar en paz.

Por: Héctor Mendoza Nina.
Fuente: Cuentos de mi tierra “El Altiplano”.

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