LA
MUJER Y LA PROCESION DE LOS MUERTOS
En una comunidad
del pueblo de Muñani vivía una señora
muy chismosa, esta señora junto a
otras señoras, todas las tardes siempre se sentaban en una esquina de la plaza
principal del pueblo a hablar acerca de la vida de otras personas, y así
chismoseando la señora casi siempre se quedaba hablando hasta pasado la media
noche.
En una de esas noches, cuando la
señora se quedó hablando hasta muy tarde, en el momento en que se dirigía hasta
su casa, al pasar por una de las esquinas de la plaza de pronto aparecieron un
grupo de personas, que bajaban por esa calle que entraba a la plaza, todas
estas personas vestían de negro y en su mano llevaban cada uno una vela, la
señora al ver el grupo de personas asustada se arrincono a un lado de la calle.
El grupo de personas avanzaban por esa calle como si estuvieran en una
procesión, y cuando se encontraban pasando cerca a la señora una de las
personas se le acercó y le entrego una vela, la señora con mucho miedo recibió
la vela, por lo que, después que pasaron estas personas se fue corriendo hacia
su casa muy asustada, al llegar a su casa cerro todas las puertas y se fue a
dormir.
Al día siguiente muy temprano, la
señora buscó la vela que había recibido la noche anterior para prenderla ante
la imagen de un santo, pero grande fue la sorpresa de la señora cuando vio que
lo que había recibido no era una vela si no el hueso de un muerto. La señora
muy asustada se fue inmediatamente ante el cura del pueblo, este al enterarse
de lo que había ocurrido la noche anterior le dijo
-Es posible que se lo llevaron tu
alma -. Y lo aconsejó:
-Esta noche espera
a estas personas a que pasen por el mismo lugar, pero esta vez espéralos acompañado de tus dos pequeños hijos, y
cuando estén pasando cerca de ti estas mismas persona los pellizcas a tus niños
hasta hacerles gritar -.
La señora esa noche
hizo lo que el cura le había aconsejado. Esperó junto a sus hijos en esa misma
esquina hasta que pasen las mismas personas, cuando el grupo de personas
aparecieron por la calle, la señora esperó a que estén pasando cerca a su lado,
en ese instante los pellizcó bien fuerte a sus hijos, que lo hizo gritar tan
fuerte que se escuchó en toda la plaza, y del grupo de personas salió la misma
persona que la noche anterior le había entregado la vela, y le dijo a la
señora:
-si no hubieran
gritado esos niños, tú ya hubieras tenido que irte junto a nosotros.
Desde esa noche, la señora dejo de
estar hablando hasta altas horas de la noche con otras señoras, más bien se
dedicó a los quehaceres de su casa.
Narrado por: Damián Villalta
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