martes, 22 de septiembre de 2015



LA MUJER Y LA PROCESION DE LOS MUERTOS

En una comunidad del pueblo de Muñani vivía una señora  muy chismosa, esta señora  junto a otras señoras, todas las tardes siempre se sentaban en una esquina de la plaza principal del pueblo a hablar acerca de la vida de otras personas, y así chismoseando la señora casi siempre se quedaba hablando hasta pasado la media noche.

           En una de esas noches, cuando la señora se quedó hablando hasta muy tarde, en el momento en que se dirigía hasta su casa, al pasar por una de las esquinas de la plaza de pronto aparecieron un grupo de personas, que bajaban por esa calle que entraba a la plaza, todas estas personas vestían de negro y en su mano llevaban cada uno una vela, la señora al ver el grupo de personas asustada se arrincono a un lado de la calle. El grupo de personas avanzaban por esa calle como si estuvieran en una procesión, y cuando se encontraban pasando cerca a la señora una de las personas se le acercó y le entrego una vela, la señora con mucho miedo recibió la vela, por lo que, después que pasaron estas personas se fue corriendo hacia su casa muy asustada, al llegar a su casa cerro todas las puertas y se fue a dormir.

            Al día siguiente muy temprano, la señora buscó la vela que había recibido la noche anterior para prenderla ante la imagen de un santo, pero grande fue la sorpresa de la señora cuando vio que lo que había recibido no era una vela si no el hueso de un muerto. La señora muy asustada se fue inmediatamente ante el cura del pueblo, este al enterarse de lo que había ocurrido la noche anterior le dijo
            -Es posible que se lo llevaron tu alma -. Y lo aconsejó:
            -Esta noche espera a estas personas a que pasen por el mismo lugar, pero esta vez espéralos  acompañado de tus dos pequeños hijos, y cuando estén pasando cerca de ti estas mismas persona los pellizcas a tus niños hasta hacerles gritar -.
          La señora esa noche hizo lo que el cura le había aconsejado. Esperó junto a sus hijos en esa misma esquina hasta que pasen las mismas personas, cuando el grupo de personas aparecieron por la calle, la señora esperó a que estén pasando cerca a su lado, en ese instante los pellizcó bien fuerte a sus hijos, que lo hizo gritar tan fuerte que se escuchó en toda la plaza, y del grupo de personas salió la misma persona que la noche anterior le había entregado la vela, y le dijo a la señora:
       
              -si no hubieran gritado esos niños, tú ya hubieras tenido que irte junto a nosotros.
         
          Desde esa noche, la señora dejo de estar hablando hasta altas horas de la noche con otras señoras, más bien se dedicó a los quehaceres de su casa.
         
                                                                                                                      Narrado por: Damián Villalta
           

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